La lectura del café constituye uno de los métodos adivinatorios más antiguos de los que se tiene referencia, según los más versados en el tema, se cree que comenzó a difundirse su práctica en el siglo V de nuestra era y comenzó a propagarse rápidamente en Europa, gracias a sus precursores persas y al dominio que ejerció el Imperio Bizantino.
Se comenta que fueron tan acertados los pronósticos que se dictaban en aquella época que incluso los combatientes antes de entrar en batallas de guerras prolongadas, se hacían leer el café para saber si ganarían la contienda. Grandes generales acudieron a este arte adivinatorio que junto con la lectura del té conforman lo que se conoce como taseografía.